Dominicos de la Inmaculada Concepción
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Fundada en 1869 por la M. Hedwige Portalet en la ciudad de Toulouse (Francia), para la educación de los jóvenes, sobre todo de los invidentes. Se agrega a la Orden en 1884, gracias a la intervención del Bto P. Hyacinthe-Marie Cormier, 76º Maestro de la Orden (1904-1916), considerado como nuestro fundador. Su acción se desarrolla en la Iglesia y en la Orden: educación de niños, jóvenes y adultos, videntes e invidentes; cuidados sanitarios a los enfermos, a los ancianos y a los pobres; trabajo social para la promoción humana y cristianamente liberalizadora de la humanidad; misión pastoral, catequesis... Con tres Provincias, 74 casas y 470 hermanas presentes en España, Perú, Ecuador, Colombia, Argentina, y Francia, donde se encuentra la Casa Madre. Su carisma está basado en dos valores fundamentales dinamizados por la Palabra de Dios:
- Comunión: profesión de los consejos evangélicos; vida común; observancia regular; celebración en común de la liturgia y otras oraciones y el estudio.
- Misión: “A ejemplo de Santo Domingo, que ansiaba ardientemente la salvación de los hombres y de los pueblos, las hermanas deben saber que han sido enviadas a todos los hombres, para que así dirijan toda su atención en la evangelización y la extensión del Reino de Dios” (Const. 175).
Los orígenes de la congregación de las Dominicas de la Enseñanza de la Inmaculada Concepción se remontan al 1400. Llevaban cierta forma de vida religiosa, unidas por el voto de castidad y, desde 1597, los votos de obediencia y pobreza. Dedicadas desde muy antiguo a la educación como internado, en 1798 el Ayuntamiento de Pamplona les encargó la dirección de la primera escuela pública de niñas que abrirían en la capital navarra. La regentaron hasta 1873, año en que les cerraron las escuelas. En 1876 abrieron la escuela privada. En 1954 se constituyeron como congregación de derecho diocesano y en 1964 de derecho pontificio.
A ejemplo de Santo Domingo, que ansiaba vehementemente la salvación de los hombres y de los pueblos todos, también las hermanas somos enviadas a todos los hombres y pueblos, creyentes y no creyentes y, sobre todo, a los pobres, para realizar la actividad educativa, evangelizar e iluminar la fe del pueblo cristiano. Atentas para descubrir los signos de los tiempos, la Congregación procura hacerse presente en aquellas situaciones y ámbitos reales que viven los hombres y mujeres de hoy, para poder llevar a cabo una tarea humanizadora y liberadora entre ellos.
La Congregación extiende su obra apostólica por cuatro países: España, Ecuador, Bolivia y Rwanda. Unas trabajando en la tarea educativa con jóvenes; otras, colaborando en los diversos oficios que contribuyen al bien común; y todas, con la ofrenda de nuestra vida consagrada.
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