j0SEFA BALTASARA
CALDERON
![]() |
BALTASARA CALDERON D EROCAFUERTE (1806 - 1890) |
Hija legítima del Coronel Francisco
García Calderón, natural de Santiago de Cuba, oficial que desempeñaba la
Tesorería de las Reales Cajas de Cuenca en 1809 cuando se realizó el Primer
Grito de Independencia en Quito. Por chismes de otros oficiales fue
aprisionado, sufrió maltratos y perdió el empleo, sindicado del delito de
revolucionario. Posteriormente viajó a Quito y se unió a las fuerzas patriotas.
En 1812 fue jefe del bando Sanchita y luego de la derrota que sufrieron las
armas patriotas en la batalla de San Antonio de Ibarra, fue tomado prisionero y
fusilado. Su viuda Manuela Garay coa Alaguno permanecía en casa de sus padres
en Guayaquil y al saber la infausta noticia, juró educar a sus hijos en el amor
a la patria, para que algún día vengaran la muerte de su glorioso padre.
Baltasara nació en Cuenca el 6 de enero de 1806 y desde
su infancia gozó de una memoria privilegiada y dulce vocalización.
Tuvo por hermanos a Abdón Calderón Garay coa, quien en
1820 se alistó de oficial en el Batallón Ya guachi, realizando toda la campaña
como abanderado y recibiendo gloriosa muerte a consecuencia de heridas, después
de la batalla del Pichincha a fines de mayo de 1822 en Quito. El Libertador
honró su memoria. Francisco Calderón Garay coa, el menor de todos, ingresó a la
Marina en 1827 y realizó algunas campañas navales distinguiéndose por su
comportamiento. Luego se dedicó al comercio, viajó a Lima, se estableció y
contrajo nupcias. Carmen Calderón, que coronó a San Martín en Julio de 1822 y
ha pasado a la historia con el sobrenombre de “La Gloriosita” y Mercedes que
casó con Bartolomé Albardo y Aspillera mercader y comerciante en Lima y antes
de morir donó su fortuna para la fundación del Asilo Calderón Augurado
recordando quizás, sus años de orfandad y de pobreza.
Baltasara recibió las primeras letras de su madre, creció
en el amor a la causa de la independencia y desde 1821 que la Junta de Gobierno
de Guayaquil recibió a las fuerzas auxiliares comandadas por el General Antonio
José de Sucre, admiró como en todas en su familia, las glorias del Libertador y
de Colombia.
A raíz de la independencia empezó la familia Garaycoa a
ser el eje del partido colombianófilo, frente a las aspiraciones peruanófilas
de la mayor parte de la población, que acostumbraba ver en Lima la capital
natural de esta parte de Sudamérica.
En 1822 acompañaba a su madre y hermanas Carmen y
Mercedes Calderón y a sus tías Joaquina y Carmen Garaycoa Llaguno, amigos y
amigas, a cantar diariamente y hasta lo hactan por las calles algunas noches,
las canciones colombianas, en honor del Libertador y de la República.
En mayo murió gloriosamente en la Batalla del Pichincha
su hermano Abdón a consecuencia de varias y dolorosas heridas.
Baltasara era cristiana practicante, leía mucho, sobre
todo de política, que encontraba en los libros de la biblioteca de su tío el
Dr. Luis Fernando Vivero y Toledo, tan amigo de Bolívar que fue en honor de su
hijo Pepito Vivero Garaycoa, primo hermano de Baltasara, que Olmedo compuso el "Alfabeto
para un niño", pues el propio Libertador se lo pidió a fin de que Pepito
tuviera una buena cartilla de lectura.
Bolívar le envío en 1826 “un ejemplar de mí Constitución
para Bolivia y otro de mi Discurso a los legisladores de ese estado naciente,
para qué leyendo ambas cosas con su acostumbrada atención y haciendo uso de su
feliz memoria, tenga yo el gusto a mi llegada a ésa, de oír, de su bella boca,
la reproducción de mis ideas".
Quizá por eso no era popular entre los jóvenes de su
tiempo y como además tenía un temperamento retraído y algo seco, se fue
quedando soltera; pero quienes la conocían de cerca por haberla oído conversar,
tenían una gratísima impresión de su clara intelectualidad, formada en lecturas
y ejemplos dignos de imitar, sacados principalmente de la antigüedad. Se
conservan numerosas cartas de su madre y abuela materna al Libertador y las
contestaciones de éste.
En 1838 su tío Francisco fue elevado al Obispado de
Guayaquil, de reciente creación por su pariente el Presidente Vicente Rocafuerte.
Entonces pasó con su madre a vivir bajo el techo del Obispo, con cierto boato y
distinción, saliendo de la triste pobreza en que se hallaban desde la muerte
del Coronel García Calderón en 1812. Fueron pues, los años de su niñez y de su
juventud, tristes y opacos; nunca un vestido elegante, jamás una peineta de
fantasía, solamente lo elemental para vivir con la dignidad que su condición de
hija de nobles le exigía. Por ello cumplió sus 30 años en soltería. Por ello,
su tío el Obispo, viendo que Baltasara no tenía pretendientes, decidió pedirle
a Rocafuerte, entonces Gobernador del Guayas, que se interesara por ella y como
éste en cada ocasión visitaba al prelado, con quien le unía un no lejano
vinculo de sangre por la caña de Lavayen, la cosa fue relativamente fácil. Una
tarde, el bonísimo Obispo los dejó solos en la sala del Palacio y luego de las
formalidades de rigor, Rocafuerte, que no tenía tiempo para perder en
románticas declaraciones, le pidió la mano y ella tuvo que dársela, puesto que
era ex Presidente de la República y además, hombre bastante apuesto aunque
entradito en años, como lo decían sus patillas blancas, que aún se pueden mirar
en los daguerrotípos de la época. Su contextura delgada (nervioso, fibroso y
bilioso) se contrariaba fácilmente y entonces los ojos le echaban chispas,
siendo capaz de cualquier abuso, pero luego la frialdad de su inteligencia
moderada y reflexiva, formada en lecturas y viajes, y la cortesanía de quien
habíase sentado a la mesa de la Emperatriz madre de todas las Rusias, hacía que
Rocafuerte se controlara.
El matrimonio se realizó en Guayaquil el Jueves 10 de
febrero de 1842, la novia tenía 36 años de edad y el novio 57.
Esos arrebatos de carácter le agradaban a Baltasara,
necesitada de padre como niña huérfana y vio en Rocafuerte a un padre-marido,
luego sería un amigo-marido y por fin, el gran amor de su vida, que así fue
conquistada por aquel gran misógino a quien ningún autor le ha conocido
aventuras románticas ni escarceos con el bello sexo (1) y según personas que la
conocieron era seca, es decir, delgada y de piel con tendencia a las arrugas,
su rostro ovalado, frente amplia, grandes ojos negros, nada de chapas, pelo
partido en dos por la mitad y largas trenzas.
Pie fino, modales enérgicos pero femeninos y una mirada
triste, muy del gusto romántico de entonces, pero triste de verdad y sin
afectaciones ridículas, pues que la tristeza que llevaba era real por el
fusilamiento de su padre y la carnicería de su hermano en Pichincha. Niña
solitaria y fugaz, al fin, con su matrimonio, encontró paz y tranquilidad.
(1) Excepción hecha de un intento de matrimonio en México
con una sobrina Gainza Rocafuerte, "para que pudiere heredarle”, pues era
pobre.
En 1843 Rocafuerte se puso disgustadísimo contra Flores,
que, aprovechando un Congreso formado por áulicos, se hizo reelegir presidente,
o lo que es lo mismo, Dictador Perpetuo, despertando la odiosidad de todos los
sectores del país. Rocafuerte fue el más ofendido porque quería subir
nuevamente al solio presidencial, porque así le tocaba en el reparto de poder. Primero
Flores luego él, después Flores y nuevamente Rocafuerte y así hasta el fin,
pero Flores le cerró el paso y Rocafuerte se fue exilado voluntario a Lima,
donde vivió fastuosamente como acostumbraba siempre, dada su enorme fortuna,
pues era dueño de varios navíos y de los pozos de brea de Santa Elena, material
que servía para impermeabilizar los cascos de madera de los buques. En Lima
compraron casa y vivieron tranquilos, pero entonces Rocafuerte escribió sus
terribles "Cartas a la Nación" e incendió al país, que se
insurreccionó el 6 de marzo de 1845 y derrocó la Dictadura.
Rocafuerte regresó al Ecuador con Baltazara, trayendo
armas para los revolucionarios de Guayaquil. Luego concurrió a Cuenca, presidió
al grupo de diputados que votaron para la presidencia de la República por
Olmedo, pero los conservadores estaban mejor organizados y triunfaron con
Vicente Ramón Roca. Enceguecido de pasión regresó a Guayaquil y se disparó
contra los Convencionales acusándoles de vendidos, tomó pasaje en la "Pacifica
Steam Co." y se fue nuevamente con Baltazara a Lima, donde le comenzó un
cáncer al estómago y murió con graves dolores el 16 de mayo de 1847.
Ella decidió permanecer en la capital peruana junto a su
hermano Francisco y hasta llamó a su lado a su madre y hermanas. En 1583,
cuando el Presbítero José Hermenegildo Noboa escribió contra la memoria de
Rocafuerte, le salió al paso, puso abogado, inició juicio de imprenta por
injurias, lo ganó y sacó boleta de captura.
Noboa, que sabía que Baltazara era una fiera cuando
defendía la memoria de Rocafuerte, no esperó que lo tomaran preso y escapó a
Guayaquil, donde dijo en el muelle: "Esa flaca es peor que un tigre, ay
del que se meta con su marido", frase que quedó grabada y por supuesto
nadie volvió a escribir contra Rocafuerte ni en periódicos ni en revistas, por
muchos años.
En el Cementerio Presbítero Maestro de Lima hizo levantar
el más suntuoso mausoleo de mármol de toda Sudamérica, en homenaje a su ilustre
esposo. Dicho monumento fue tallado en Cataluña y despertó la admiración de esa
nación por su buen gusto y sobria suntuosidad y riqueza. El conjunto se compone
de una verja circular de hierro forjado que encierra un túmulo con dos ángeles
en alto relieve y una placa inscrita, sobre el que se levanta una bellísima urna
funeraria rematada por la estatua de una dama griega, que majestuosamente anota
en el noble libro abierto de la Historia, los hechos del gran tribuno y eximio
repúblico.
Hacia 1857, cuando había terminado ya muchos años el
régimen del presidente Roca, regresó a su tierra, viviendo en una de las varias
casas que había heredado. Entonces fue la primera dama de la ciudad, la más
considerada y respetada por su sangre de héroes y por viuda de un ex
Presidente, de la categoría de Rocafuerte.
En 1859 se fue de Guayaquil a una de sus haciendas,
huyendo del bloqueo de la armada del Almirante Ignacio Mariátegui, que sitió el
golfo por varios meses y amenazó bombardear y quemar el puerto.
En enero de 1865 García Moreno mandó aprehender a varias
personas notables causando la indignación del vecindario de Guayaquil, que
comentó el abuso, con total desagrado, por varias semanas.
Alguien le contó que doña Baltazara había dicho ¡Qué pena
que ya no viva Vicente, pues le hubiera puesto las peras al cuarto a ese
tirano! con lo cual el malo de don Gabriel firmó la orden de destierro y doña
Baltazara fue embarcada a Lima, como una política cualquiera. Las damas se
asustaron del hecho y no volvieron a comentar ni a chismear, pues se había
iniciado el terror y nadie sabía quién podía ser el portador de chismes o
mentiras, que el tirano creía cuando le convenía; además, los curas se habían
convertido en sus soplones, para vergüenza de la religión.
Con doña Baltazara salieron también los individuos del
Concejo Municipal: Pedro Carbo Noboa, José María Avilés Pareja, colega de
García Moreno en el Triunvirato de 1859, Marcos Aguirre Abad, Emilio Gerardo
Roca Andrade, Francisco Boloña Roca, Rosendo Avilés Tolosano y varios
ciudadanos particulares.
Años después, cuando el Dr. Víctor Manuel Rondón Pérez
llegó de París recién graduado de médico, fue consultado por doña Baltazara, ya
muy anciana, y él anotó el grande honor que le habrá dispensado la señora al
tomarlo de médico de cabecera.
Entonces doña Baltasara donaba dinero para obras pías y
cuando se quiso hacerle un monumento a su marido, como nadie dio dos reales
porque Rocafuerte se las había tenido con mucha gente y hasta con familias
enteras
(2) El 11 de agosto de 1884 el Presidente Placido Caamaño
expidió un Decreto ordenando el traslado de los restos de Vicente Rocafuerte a
Guayaquil, por cuenta de la nación, en el vapor Nueve de Julio, cumpliéndose
así lo dispuesto por la Asamblea Nacional de 1852. La Comisión estuvo compuesta
por Pedro Carbo, que se excusó por edad y fue reemplazado por Gregorio de Ycaza
Gaínza, sobrino de Rocafuerte; por Lucas Rojas y Rafael E. Jaramillo, a los que
se agregó Francisco X. Aguirre Jado. Dña. Baltasara instruyó a la Comisión
sobre varios puntos, les entregó un Plano del Mausoleo y las llaves del ataúd.
El 23 de septiembre se verificaron las solemnes exequias en la iglesia de Santo
Domingo de Lima y concurrió el presidente Miguel iglesias, sus Ministros de
Estado, Edecanes, Cuerpo Diplomático y demás autoridades. El 29 de septiembre
llegaron los restos a la isla Puna, el 30 fueron desembarcados en Guayaquil a
la altura del Colegio de los Sagrados Corazones y los recibió Caamaño. El 2 de
octubre se celebraron otras suntuosas exequias en la Catedral y el cadáver fue
depositado en un Mausoleo provisional, donde permaneció hasta 1932, en que fue
llevado al Mausoleo definitivo.
siendo Gobernador y Presidente y todavía despertaba
resistencias su memoria, la noble anciana pagó el monumento que hasta hoy
existe en la Plaza de su nombre, que se inauguró el 1 de enero de 1880.
Posteriormente fue aquejada de cáncer a las mamas, que se
le pudrieron con enormes dolores. Vivía en su casa del Malecón cercana a la
actual calle Colón, acompañada solamente de una negra, antigua esclava, quien
la cuidaba y atendía como podía; pues, sus amistades, rehuían subir a
visitarla, porque según se decía, apestaba hasta la escalera. Murió tomada con
dolores tan grandes que sus ayeres se oían día y noche por el Malecón. Su
albacea testamentario Francisco Xavier de ante de Santisteban Rocafuerte mandó
a tirar los cuatro baúles de alcanfor con el archivo Rocafuerte, atestados de
documentos y papeles, dizque por miedo al contagio, pues se creía que los
zaratanes o cánceres se pasaban de unos a otros, al tocar los objetos usados por
los enfermos.
Su defunción fue anotada el 7 de junio de 1890, el
entierro constituyó una renovada muestra de pesar pues fue una gran dama, la
más rica y más venerable del puerto principal, viuda del segundo Presidente
Constitucional de la República, hija y hermana de héroes y amiga juvenil del
Libertador.
La doméstica que la cuidó recibió un legado y se fue a samborondón
llevándose un mundo de anécdotas que hubiera sido hermoso para ilustrar más aún
esta biografía. Los parientes se repartieron los bienes, heredando los
Lizárraga, los Icaza, los Santisteban y los Wright sobrinos de su marido, así
como los Vivero, los Villamil, los Garay coa sobrinos de ella, pues no hubo
pelea. Los retratos de familia, uno grande al óleo del Obispo, otro de su padre
en busto y uno de su hermano Abdón, enviado desde Quito y confeccionado el día
anterior de su muerte, por orden de Catita Valdivieso de Valdivieso, en cuyo
caso expiró el héroe, pasaron a terceros. El del Obispo lo tuvo Pedro Robles y
Chambres al subir de su escalera. El del Coronel García Calderón fue a parar a
Quito y está en el Museo de la Casa de Sucre y el único que se conservaba de
Abdón, estaba en el salón de sesiones de la Junta de Beneficencia Municipal de
Guayaquil cuando el Incendio Grande de 1896 y allí se quemó con el edificio.
La efigie de doña Baltasara se ha conservado por un
medallón en poder de la familia Santisteban que ha sido muchas veces
reproducido. Su cadáver se enterró provisionalmente en la Iglesia Catedral al
lado de su tío el Obispo. En 1923 se levantó el Mausoleo de Rocafuerte en el
cementerio General y fue puesta con su madre doña Manuela, a un lado del gran
hombre que tanto la amó.
Queda el recuerdo de sus buenas acciones y su fotografía
que no le hace mucha justicia; pues fue bella, porque poseyó la belleza
permanente del alma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario